Marcos






Dos cadenas. La de él y la del mundo. ¿La de él? Su discapacidad: una ceguera y un grado de autismo.
¿La del mundo? Una parecida. La ceguera de no querer verlo, teniendo ojos. El autismo de no salir de uno mismo, pudiendo hacerlo.
Él levanta su brazo, exiende su mano al cielo buscando un amigo y una voz que lo acompañe en su oscuridad y su horfandad. No ve si somos lindos o feos, si ponemos cara de miedo o no. Si somos los mejores o los peores. Sólo quiere nuestra mano, nuestra voz, nuestra compañía.

Y cuando esa mano llega, el milagro se produce. Un muro se derrumba con la fuerza de una risa, con la comunión de dos almas que no se pueden mirar a los ojos.

¿Tan fácil era? Sólo hacía falta una mano y una voz tierna para unir dos mundos.

¡Y cuánta luz estaba escondida en aquel que nunca la vio!

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